Tras el dominio visigodo, muda Ucubi su nombre por el de Al-calá, topónimo árabe alusivo a la fortaleza que coronaba este asentamiento bajo el poder musulmán.
Con el tiempo el lugar queda despoblado y convertido en una heredad particular, que hacia 1260 (cuarenta años después de la conquista cristiana por Fernando III) pertenecía a los Pay Arias, y en donde existían unas torres derruidas conocidas como Torres de Pay Arias. Sobre ellas, Pay Arias de Castro, descendiente de aquella familia y destacado miembro de la nobleza cordobesa de su época, levanta un castillo a finales del siglo XIII y más tarde, en 1303, Fernando IV, le concede el privilegio de repoblación de aquel lugar, que por voluntad real pasará a denominarse Espejo: “… y porque el su castiello a que solian desir ALCALA a quien nos tovimos por bien mudar el nombre y quel digan ESPEIO”. Un año después, el mismo monarca otorga a Pay Arias de Castro el señorío de Espejo, con una extensión de una legua alrededor del castillo (algo más de 95 km2).
Castillo Vista desde el Castillo Explanada del Castillo
La consagración eclesiástica del señorío la consigue Pay Arias a través de una bula concedida por el papa Clemente IV en el año 1309, entre otros motivos por haber edificado una iglesia y haberla dotado de medios y ornamentos , así como de un sacerdote para la celebración de los oficios divinos en dicha iglesia. Hay que tener en cuenta que el encontrarse en una zona frontera, el poder musulmán constituía un riesgo permanente.
Iglesia de San Bartolomé Interior de la Iglesia de San Bartolomé
El referido proceso de repoblación y creación del señorío de Espejo tenía como finalidad el poblamiento y defensa de estas tierras tanto por motivos militares (protección de sus tierras, de la ruta del Guadajoz y de esta zona de la Campiña) cuanto por motivos económicos, pues era necesario defender también su aprovechamiento ganadero.
Por último, Pay Arias consigue la consagración del señorío a través de una bula concedida por el papa Clemente IV en el año 1309, como premio a la defensa de la frontera cristiana frente a la sarracena, pero sobre todo tanto por haber edificado una iglesia a la que había dotado de medios y ornamentos, así como de un sacerdote para la celebración de los oficios divinos.
Extinguida la saga de los Pay Arias, la titularidad del señorío pasaría a ramas colaterales y más tarde a la Casa nobiliaria de los alcaides de los Donceles, señores de Lucena y Chillón, que en 1512 recibirá del monarca Fernando el Católico el título del marquesado de Comares, bajo cuya jurisdicción vive la villa el resto de la Baja Edad Media.
Dos hechos significativos, según Manuel Nieto Cumplido, podemos entresacar para esta época.
Uno de ellos, la ayuda que en la primavera de 1333 la villa cercana de Castro del Río recibe del castillo de Espejo, de donde parte Martín Alfonso, futuro señor de Montemayor, al frente de 60 caballeros y unos pocos peones, cuya presencia en la vecina villa del Guadajoz fue decisiva para que Muhammad IV levantara el asedio a que la tenía sometida y se retirara camino de Cabra, mientras, como cita la crónica y recoge el citado historiador, “quedó el lugar de Castro por los christianos”.
Interior del Castillo, pila bautismal Interior del Castillo, imagen en piedra Interior del Castillo, escalera de subida a la Torre del Homenaje
Otro, el papel estratégico que juega la villa de Espejo durante la guerra civil entre el monarca Enrique IV y el infante don Alfonso (1465-1468), así como en los diversos enfrentamientos entre ambas facciones de la nobleza cordobesa hasta los primeros años del reinado de los Reyes Católicos.
Miguel Ventura Gracia